
La culpa es una emoción que nos pesa, nos frena, y muchas veces nos arrastra a castigarnos más que a reparar. Nace cuando creemos que hemos hecho algo mal según ciertas normas, ya sean sociales, familiares o internas. No es una emoción básica, sino una construcción mental y moral que puede volverse muy destructiva si no la escuchamos con conciencia.
Desde la Medicina Tradicional China, las emociones básicas —como la tristeza, la ira o la alegría— forman parte del movimiento natural del Qi, la energía vital. La culpa, sin embargo, aparece cuando la mente entra con juicios, reproches y exigencias. Y cuando ese juicio es excesivo o se queda dando vueltas en nuestra cabeza, puede bloquear el flujo del Qi y afectar el equilibrio de los órganos internos.
En especial, este tipo de bloqueo puede impactar al Bazo, que se relaciona con el pensamiento repetitivo y la sobrepreocupación. También puede alterar al Hígado, cuando reprimimos emociones auténticas o no nos permitimos expresar lo que sentimos. Y si la culpa erosiona el amor hacia una misma, incluso puede desequilibrar al Corazón, sede del Shen (la conciencia, el espíritu).
🌱 La culpa y el elemento Tierra: cuando el pensamiento da mil vueltas
El Bazo, órgano central del elemento Tierra, se ve afectado cuando entramos en bucles mentales. La culpa, al ser una emoción que se alimenta del “debería”, suele activar ese tipo de diálogo interno sin fin. Pensamientos como “tendría que haberlo hecho mejor” o “no soy suficiente” generan una especie de marea mental que debilita la energía del Bazo, afectando la digestión —tanto física como emocional—, y generando agotamiento y desconexión.
🔄 Transformar la culpa: del juicio al aprendizaje
Cuando la culpa nos atrapa, es fácil caer en el castigo o la exigencia. Pero hay otra vía: observar la culpa no como enemiga, sino como señal. Preguntarte, por ejemplo:
- ¿Qué parte de mí se siente herida o expuesta?
- ¿Estoy actuando desde un valor real o desde un mandato aprendido?
- ¿Qué puedo reparar o aprender sin perderme en la autocrítica?
El objetivo no es suprimir la emoción, sino darle movimiento, permitir que se exprese y transforme. Así, lo que empezó como juicio puede abrir una puerta hacia el entendimiento, la responsabilidad y la transformación interna.
🧘♀️ Práctica corporal para soltar la culpa
Busca un lugar tranquilo donde puedas moverte con libertad. Puedes tener un cojín a mano para ayudarte en la visualización.
Presencia
Lleva tus manos al centro del pecho y respira profundo tres veces.
Siente el contacto de tus manos como un gesto de presencia y sostén.
Observa si hay culpa o autojuicio presentes.
Sin pelear con ello, simplemente nómbralo en voz baja:
“Estoy sintiendo culpa”,
“Estoy juzgándome.”
Visualización de la parte culpable
Visualiza frente a ti a esa parte tuya que se siente culpable.
Puedes imaginarla, dibujarla o representarla colocando un cojín delante de ti.
Mírala con curiosidad. Pregúntate:
- ¿Qué norma ha incumplido?
- ¿Qué siento cuando la veo ahí?
- ¿Qué pienso de ella?
Diálogo entre partes
Ahora desplázate físicamente al lugar donde está esa parte (por ejemplo, frente al cojín).
Conviértete en ella. Habla o piensa como si fueras esa parte “culpable”.
Expresa lo que siente: ¿Miedo? ¿Vergüenza? ¿Deseo de reparar?
Luego, vuelve a tu posición inicial (la parte que observa) y escucha lo que ha dicho.
Puedes responder internamente:
“Puedo acogerte con compasión.”
“Estoy dispuesta a colaborar contigo.”
Reencuentro
- Alterna entre ambas posiciones tantas veces como necesites.
- El objetivo no es tener razón, sino acercar las dos partes hasta encontrar un acuerdo interno:
- Reformular la norma.
- Reconocer el daño (si lo hubo) sin castigo.
- Decidir juntas cómo seguir adelante.
Permítete sentir lo que surja.
Este ejercicio no busca soluciones rápidas, sino abrir un espacio de integración y alivio.
¿Resuena contigo?
Trabajo con personas que desean vivir con más ligereza emocional y autenticidad.
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